En los últimos años, el debate va inclinándose a favor de los liberales, fundamentalmente por dos motivos: 1) la izquierda europea se ha lanzado al vacío de la postmodernidad y ha dejado todo debate sobre la economía y las condiciones de la clase trabajadora en segundo plano (cuando no las ha descuidado completamente); y 2) los gobiernos que actualmente abogan por la intervención del estado no han invertido correctamente el dinero recaudado de los impuestos (a menudo muy altos), bien por incompetencia, bien por dedicarlos a cuestiones irrelevantes, y muchas veces con una irresponsabilidad pasmosa.
En este artículo vamos a analizar si el estado puede tener un papel conveniente en el desarrollo económico de un país, centrándonos en casos históricos concretos de intervención estatal (no necesariamente socialista, aunque sí con marcados tintes socialistas en unos casos; en otros, desde posiciones muy contrarias al socialismo. Pero siempre, de marcado carácter antiliberal).
Avancemos nuestra conclusión: el papel del estado en la economía puede ser no solamente beneficioso, sino que puede ser el motor de progresos económicos y sociales enormes. Veámoslo.
En otros artículos ya comentamos los casos de Singapur y, sobre todo, Corea del Sur. Pese a que actualmente son considerados países muy liberales (y, en parte, es verdad, aunque tienen aspectos muy poco liberales y muy socialistas, como por ejemplo el monopolio del mercado de la vivienda por parte del estado singapureño), ambos países realizaron sus respectivos milagros económicos en el marco de una marcadísima planificación centralizada de tintes claramente socialistas, puesto que, en el caso de Corea del Sur muy especialmente, el estado controló el desarrollo de toda la educación, construcción de viviendas, planificación y construcción de redes de comunicaciones, expropiaciones de tierras a terratenientes y distribución entre los campesinos, etc. Corea del Sur fue edificada por el estado y por unas empresas privadas que estaban fuertemente controladas por el estado, incluso mediante la coerción. En este marco antiliberal y de marcado carácter socialista, Corea del Sur desarrolló su aclamado milagro económico.
Otro caso paradigmático es Japón, cuyo milagro económico se desarrolló entre 1960 y 1980. Según Richardson, Japón experimentó una considerable intervención estatal en su economía ya desde 1950:
“From the 1950s on, the Japanese government endeavored to promote economic growth through various macro-economic policies and by sectoral programs aimed at development of specific industries. An alternative policy commitment to a major rearmament was essentially rejected after an intense debate. Specific government economic tools, including government bank loans, tax incentives and trade protection, were developed and deployed to foster modernization and growth.”
Hay que señalar que Japón también instauró planes económicos, aunque no de forma tan agresiva como Corea del Sur. Eran planes indicativos, de seguimiento voluntario por el sector privado, y no había sanciones ni represalias si no seguían. También hay que señalar que las empresas privadas tuvieron un amplio margen de maniobras, y realmente fueron muy importantes a la ghora de introducir el desarrollo tecnológico. Sin embargo, este desarrollo tecnológico, así como su aprovechamiento, no hubiesen sido posibles sin la intervención del gobierno.
Tal y como señala Ángels Pelegrín :
“A mediados de los años cincuenta se produce en los países desarrollados, especialmente en Europa, una fuerte corriente en favor de la liberalización del comercio exterior y del desmantelamiento de las restricciones a las importaciones, esta corriente también llegó a Japón pero chocó con una política gubernamental fuertemente proteccionista, que consideraba que no debían autorizarse importaciones de productos competitivos con los domésticos hasta que estos últimos no hubieran alcanzado un buen nivel de competitividad internacional. Para conseguirlo, el gobierno llevó a cabo gran número de planes industriales a través de políticas de desarrollo que se materializaron en la construcción de carreteras, puertos, planificación urbana, industrialización de zonas costeras y desarrollo de ferrocarriles de gran velocidad, entre otros. Se diseñaron planes específicos para la industria de fibras sintéticas y la industria electrónica, mediante el suministro de abundante capital, tratamiento impositivo favorable, subsidios a la investigación y suministro energético, entre otras medidas de fomento. Se extendió la protección y la ayuda a las industrias en dificultad como el textil y el carbón. La mayoría eran planes a 5 años con tres indicaciones básicas del ministerio de industria y comercio exterior (MITI): la primera indicaba la dirección del desarrollo económico y social deseada. La segunda indicaba la política que se seguiría para conseguir estos objetivos y la tercera indicaba las directrices de comportamiento para las empresas. En cierta forma las cifras contenidas en los planes eran una mezcla de directrices y predicciones.”
Además, para Japón era imprescindible que la mano de obra estuviese cualificada para el salto tecnológico que dio. Y si esa mano de obra estuvo disponible en altas cantidades, fue debido a la educación pública del estado japonés, que, como indica este artículo, estaba fuertemente centralizada: “After World War II, Japanese schools were modeled somewhat after American schools and came under control of a highly centralized Ministry of Education.”
Vemos, por lo tanto, que el milagro económico japonés, aunque en parte lo realizaron las empresas privadas, fue también y princialmente efecto de una intervención estatal planificada en diversos ámbitos: inversiones, dirección indicativa, educación de la ciudadanía, servicios públicos, etc.
Otro gran crecimiento económico de esa época fue el griego, que se dio entre 1950 hasta 1973 (truncado por la crisis del petróleo). Grecia creció, entre esos años, en un 7% anual. Tal como señala Alogoskoufis en este paper, el estado tuvo un peso enorme en el “milagro griego”:
“The regime was anything but ‘laissez-faire’. ‘State corporatist’ would be a better description. A large number of government agencies were created, labor union activity was heavily controlled and the banking system was tightly regulated through the Currency Committee and the Bank of Greece”.
Aunque muchos de los precios se imponían por las fuerzas del mercado, y el estado griego no intervino demasiado en la producción, su labor en la estabilidad de la moneda y en las grandes inversiones (de las cuales se aprovechron las empresas privadas) fue muy grande: “These institutional characteristics were among the crucial determinants of Greece’s high growth rate during 1950-73. The two main pillars of the development strategy were high investment and monetary stability.”
Vemos, pues, que el estado puede ser el impulsor de un crecimiento económico enorme, además de que muchas veces el sector privado puede desarrollar una fuerte expansión debido precisamente a un previo desarrollo socio-económico auspiciado por el estado. Hemos visto ya varios ejemplos de milagros económicos en los que el estado ha tenido una importancia capital, cuando no decisiva: Corea del Sur, Singapur, Japón y Grecia. Podemos mencionar, sin embargo, otros casos que, si bien no se pueden calificar como “milagro económico”, sí que son ejemplos de desarrollos muy positivos y de gran alcance, y además ahora sí que nos centramos en economías socialistas.
Es el caso, por ejemplo, del estado de Kerala en la India, la Bulgaria socialista o la Burkina faso de Sankara. Estos tres ejemplos muestran cómo una economía socialista puede obtener un alto desarrollo en urbanización, alfabetización, distribución de alimentos y servicios, etc. Cabe mencionar que Bulgaria consiguió un alto desarrollo socio-económico con una de las tasas impositivas más bajas de la historia.
Asimismo, también hay ejemplos de países que se han desarrollado en un marco liberal y que no han beneficiado a una mayoria social, sino que han aumentado la pobreza y el hambre (pese a haber hecho subir el PIB per cápita), como son los casos de Ruanda o Botsuana.
Por último, tenemos ejemplos de países con una intervención del estado muy acusada en la economía y la sociedad, como son los países nórdicos. El caso más significativo es el de Noruega, que tiene el estado más grande de Occidente, con una intervención muy marcada en muchos ámbitos, y que al mismo tiempo tiene el mayor nivel de vida del mundo. Cabe señalar que, pese a que lo diga el informe anual de libertad económica, en realidad Noruega tiene más o menos la misma libertad económica que España (en los ítems que realmente afectan a esa libertad), con lo que no es nada acertado calificar a Noruega como un país liberal, y no sólo porque tiene una libertad económica real parecida a la de España, sino porque el tamaño de su estado y los ámbitos en los que éste interviene le deniegan de por sí el calificativo de liberal.
¿Todo lo expuesto aquí es una demostración de que la intervención del estado es preferible a la liberalización de la economía? En absoluto. Pero sí son cosas que deben tenerse en cuenta a la hora de este viejo debate, puesto que hay numersos ejemplos de enormes éxitos socio-económicos con intervencionismo estatal que sirven como contrapartida a los tradicionales ejemplos de éxitos liberales como pueden ser Suiza o Andorra, del mismo modo que hay ejemplos de desastres socio-económicos con intervención estatal (e incluso con economías socialistas), como también hay ejemplos de desastres en el mismo sentido con liberalizaciones.
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