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Crímenes del capitalismo (II): Guerras del coltán

CRÍMENES DEL CAPITALISMO (II): LAS GUERRAS DEL COLTÁN
Por CríticaPolítica
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Se denominan "Guerras del coltán" al conjunto de conflictos que han asolado el este de la República Democrática del Congo (RDC) durante más de dos décadas. También se lo llama "conflicto del Congo". Hay politólogos y periodistas que se refieren a ello como "Guerra Mundial Africana", puesto que han participado varios países subsaharianos con diversos apoyos occidentales. En este artículo no analizaremos las causas políticas de esta sangrienta e inacabable (puede dividirse en varios períodos) guerra civil (que ha causado una brutal crisis humanitaria), cuya gestación y desarrollo tiene multitud de complejos factores, sino que nos centraremos en la causa fundamental y que subyace tras todas las atrocidades que han asolado la antigua colonia belga.
Podríamos hablar de diversas causas y de la enorme complejidad de factores: las luchas de poder congoleñas, la voluntad del presidente Kabila de eternizarse en el poder, la invasión ruandesa (conectada con el genocidio del país de las Mil Colinas y su desenlace) o la intervención ugandesa. Pero, en realidad, las invasiones, combates y ocupaciones del este de la RDC responden a una causa última y determinante: la voluntad de poseer las reservas minerales de la zona de los Grandes Lagos, sobre todo las minas de coltán. Y esto, como veremos, no se entiende sin el papel que juega el capitalismo internacional, mediante sus agentes principales: las multinacionales.
El coltán es un mineral raro en la naturaleza, mezcla de columbita y tantalita, y es imprescindible para producir componentes esenciales de telefonía móvil, armas modernas, portátiles, videoconsolas o tablets. Es casi tan importante como el petróleo, y se calcula que alrededor del 80% de las reservas mundiales de coltán se encuentran en el este de la RDC. Esa región congoleña también es rica en muchos otros minerales que despiertan la codicia capitalista. De ahí que esa zona esté en conflicto permanente desde 1998. Hay un dato muy revelador acerca de las auténticas motivaciones de los grupos armados que operan ahí: en 1998, milicias ruandesas invadieron el este de la RDC bajo pretexto de defender a los refugiados hutus en la zona colindante con Ruanda. Una década después, Ruanda se convirtió en uno de los mayores exportadores de coltán (pese a no tener ninguna reserva de este mineral). ¿Qué sucede en los Grandes Lagos? Qué papel juega el capitalismo?
Muchos grupos armados actúan en esa zona bajo diversos pretextos políticos. Pero en realidad buscan el control de las minas de coltán (muchas de las cuales están militarizadas), mediante el cual se financian desde hace más de 20 años. Para algunos se ha convertido en un modus vivendi. ¿Cómo actúan esos grupos?
Las milicias (y, en ocasiones, grupos de soldados de las propias Fuerzas Armadas de la RDC) llegan a los pueblos cercanos a las minas de coltán. Realizan salvajes ataques, arrasando los poblados: pillaje, palizas, ejecuciones y, sobre todo, violaciones masivas. La violencia sexual contra la mujer es un arma de guerra habitual en este conflicto. Una vez han sometido a la población, se apoderan de la mina de coltán (o de cualquier otro mineral estratégico) y ponen a trabajar a esas personas, incluyendo a los niños, muchas veces en condiciones de semiesclavitud, y siempre de extrema dureza.
El coltán y otros minerales extraídos en estas condiciones es vendido a empresas occidentales para la producción de componentes tecnológicos. Ahí está la responsabilidad del capitalismo en este sangriento y cruel conflicto: las multinacionales financian a los grupos armados mediante el comercio del coltán, el tungsteno, el cobalto y otros minerales. Gracias a que las multinacionales capitalistas les compran sus minerales extraídos con sangre, las milicias pueden adquirir indefinidamente armamento, de manera que el conflicto se ha perpetuado. Algunos países han establecido cierta normativa para que las empresas procuren no obtener "minerales de sangre", pero según expone Amnistía Internacional, los trabajos siempre son durísimos, y las empresas, en su inmensa mayoría, no tienen una voluntad real de vigilar su procedencia.
Así pues, como expone Caddy Adzuba, las multinacionales capitalistas no han causado la guerra en Congo, pero la han alimentado, promovido y perpetuado mediante su financiación de los grupos armados que cometen saqueos, matanzas, violaciones, torturas y semiesclavización. En efecto, los intereses capitalistas y la connivencia empresarial e institucional con el conflicto son los responsables últimos del alcance y magnitud de la tragedia en Congo: más de dos décadas de guerra, más de 6 millones de muertos y más de medio millón de mujeres violadas. Es un conflicto tan devastador como bien conocido por las élites o el mundo académico, al que se han dedicado muchos estudios, como éste. Sin embargo, sale muy poco en los mass media debido a la enorme responsabilidad (por acción o inacción) de las empresas, gobiernos, instituciones supraestatales y, también, consumidores occidentales.

Evidentemente, las empresas capitalistas multinacionales no compran directamente los "minerales de sangre" a las milicias criminales. Hay un entramado empresarial intermediario (empresas como Cogecom, Somigl, etc) que se encarga de hacer llegar el coltán desde las manos armadas y manchadas de sangre hasta las "respetables" multinacionales de países democráticos. Un estudio del IPIS expone en detalle esta relación simbiótica entre grupos armados, empresas intermediarias y la demanda occidental de coltán.

En conclusión, las guerras del coltán son uno de los peores crímenes del sistema capitalista mundial. Los intereses en juego son claros: aprovecharse del conflicto para obtener coltán a buen precio y, al mismo tiempo, cronificar el conflicto en la RDC. Si este país tuviese estabilidad política y pudiese gestionar los recursos minerales de los que dispone, sería uno de los principales actores económicos mundiales, con tanta o más importancia que los estados petroleros.

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