EL CAPITALISMO Y EL NEGOCIO DE LA SALUD
Por CríticaPolítica
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Una de las peores manifestaciones del mercado capitalista se da en el terreno sanitario. La salud, pese a que es actualmente un derecho humano, está fuertemente afectada por el capitalismo y, por lo tanto, por los caprichos e intereses de las grandes compañías farmacéuticas.
Hoy en día hay la suficiente tecnología, conocimientos y recursos para poder curar prácticamente todas las enfermedades a todas las personas que las padecen. Sin embargo, miles de millones de personas siguen sufriendo malaria, hepatitis C, lepra, pian, úlcera de Buruli y otras enfermedades que son perfectamente tratables y curables. Sin embargo, las compañías farmacéuticas, al actuar bajo las leyes del mercado capitalista, pueden comerciar con fármacos y vacunas como les plazca. La salud es un negocio para estas corporaciones.
El mecanismo que utilizan es muy sencillo: toman un medicamento (o un componente esencial para medicamentos) y lo patentan. Obtienen su "propiedad privada" sobre ese medicamento. Y como el mercado capitalista es libre, y el propietario puede poner el precio que desee, la salud deviene un negocio, y los medicamentos una mercancía como cualquier otra: se produce para sacar beneficio y la compra quien puede. Y quien no puede, se queda sin.
En los países desarrollados, esto se sabe pero no se le presta demasiada atención, puesto que la mayoría tienen sistemas públicos de sanidad, y la ciudadanía no paga directamente los medicamentos. Pero sí los pagan vía impuestos, y si los medicamentos tienen precios muy altos, influyen notablemente en el presupuesto sanitario.
Hubo un caso particularmente grave hace unos años: el caso Gilead y la Hepatitis C, clarísimo ejemplo de cómo la salud es un negocio en vistas a generar grandes ingresos. Miles de personas murieron en España de Hepatitis C, una enfermedad curable.
El Ministerio de Sanidad fue denunciado por ello, ya que la causa de la muerte fue no administrarles el tratamiento. El Ministerio respondió que el medicamento era DEMASIADO caro. Evidentemente, se podrían haber obtenidos más tratamientos de Hepatitis C, aunque hubiese sido recortando de otros sitios. Sin embargo, una cosa era cierta: el tratamiento era CARÍSIMO. No es un problema que sólo se dé en España.
Se trata de una pastillita que se llama Sovaldi. La desarrolló la farmacéutica Gilead, y después la patentó. La producción del tratamiento contra la Hepatitis C por persona le cuesta a Gilead 60 dólares. Su precio de salida fueron 84.000 dólares. Después, algunos gobiernos negociaron su precio con Gilead: España lo consiguió por 13.000 euros por persona, Francia por 41.000 euros y Alemania por 50.000 euros. El negocio estaba asegurado. La historia de la lucha contra Gilead por parte de entidades sociales, como Médicos Sin Fronteras, es larga e interesante, pero es otra historia. Lo importante es que el mundo capitalista permite que las empresas hagan estas cosas.
Evidentemente, este caso resonó en España porque pasó aquí. Pero no es nada comparado con lo que sucede en los países pobres con muchas otras enfermedades.
Miles de millones de seres humanos, gran parte de ellos niños y niñas, sufren y mueren por enfermedades 100% curables.
Otro caso escandaloso es el de Pfzier y la neumonía. El precio que pone esta gran empresa farmacéutica es demasiado elevado para la mayoría de países en desarrollo (y, por supuesto, para todos los subdesarrollados), de manera que un millón de niños mueren cada año, en pleno siglo XXI, por esta enfermedad 100% curable. MSF también planta cara a Pfzier, puesto que en gran parte de los países donde actúan hay epidemias de neumonía y saben lo difícil que es poder tratar a tantos niños con esos precios.
La neumonía mata niños aún en el siglo XXI debido a la falta de acceso a los medicamentos, en manos de las farmacéuticas capitalistas |
Podríamos sacar muchos otros casos, puesto que la industria farmacéutica es, como toda industria capitalista, un medio para acrecentar el capital de los accionistas y satisfacer su afán de dinero. El cinismo de esta industria está perfectamente plasmado en la actitud del consejero delegado de Bayer, Marijn Dekkers, en plena discusión sobre su patente del Nexavar (fármaco anticanceroso) en la Índia. Declaró, en un momento acalorado, que ellos no producían medicamentos para indios, sino para occidentales que puedan pagarlos. Paradojalmente, en ocasiones los países pobres deben pagar más que los ricos para obtener vacunas. Además, los precios suben constantemente, debido a la voluntad de las corporaciones capitalistas de aumentar constantemente sus beneficios económicos.
Algunas personas defensoras del capitalismo dirán que esto es culpa de los monopolios, que una mayor competencia conllevaría una reducción de precios. Aunque esto último sucediese, estaríamos en lo mismo: la salud convertida en el negocio de unas empresas que buscan su beneficio. Debido a este modelo capitalista de la salud, nos encontramos con casos extremadamente escandalosos: enfermedades cuya erradicación sería muy barata, siguen afectando a miles de millones de personas por el simple hecho de que son personas pobres que viven en países pobres y,simplemente, no son rentables.
El pian, una de las enfermedades más agresivas y, también, más baratas de curar. La sufren decenas de millones de niños. |
Es el caso del pian, terrible enfermedad que afecta principalmente a niños que viven en zonas tropicales pobres y remotas. Causa unas úlceras muy dolorosas por la acción de la bacteria Palidum Treponema Pertenue, la cual se come la piel, la carne y los huesos. Es de las enfermedades más agresivas que se conocen, y el tratamiento que puede salvar la vida del paciente y evitar terribles deformaciones y amputaciones cuesta 1 euro. La ONG Anesvad lleva años trabajando con el pian y otras enfermedades olvidadas que no son atendidas por las farmacéuticas ni los estados, pese a que son tratables, prevenibles y curables.
Está plenamente demostrado que el capital privado no es necesario para desarrollar buenos fármacos, correctas estrategias de erradicación de epidemias, ni formación médica de calidad.
Los países socialistas también consiguieron un alto desarrollo médico y, además, hicieron que toda la ciudadanía se beneficiase de ello, sin pagar nada. La URSS tenía un largo historial de desarrollo de medicamentos y vacunas y estrategias de curación masiva de enfermedades. El caso más destacado fue su papel fundamental, tanto financiero como planificador, en la erradicación de la viruela.
Víktor Zhdanov, el principal protagonista de la erradicación de la viruela |
Cuba, actualmente, es el último reducto socialista que queda de la época de la Guerra Fría. Su PIB es bajo, en buena parte debido a un bloqueo económico impuesto por EEUU, pero eso no ha impedido que desarrolle una vacuna terapéutica contra el cáncer de pulmón que ha captado el interés de todo el mundo, incluso de EEUU, donde ya pasó las pruebas científicas pertinentes. De hecho, hay estadounidenses que violan las leyes de su país para irse a Cuba a tratar sus enfermedades. Nada raro teniendo en cuenta que tiene uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, que además incide mucho en la vacunación. Cabe señalar que, tanto a nivel de sanidad como de educación, Cuba además atiende las necesidades de países pobres enviando a sus profesionales de ambos sectores. Si un país con un PIB bajo, un IDH medio (0,77) y un salvaje bloqueo económico (desde los años 60) por parte de la primera superpotencia mundial logra hacer todo esto, ¿por qué el mundo rico (tan rico como es) tiene tantos problemas en la sanidad? La respuesta es clara: por el capitalismo.
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