BREVÍSIMA HISTORIA DEL NACIONALISMO CANARIO
Por Pablo Ramos
La historia de la Nación Canaria es, ante todo, singular. Tal vez sean los propios canarios los que menos cuenta se dan de ello pues, como los peces que viven en el mar, no se preguntan qué es el agua. Hablamos -es difícil resumirlo en un párrafo- de un pueblo amazigh, o proto-amazigh, como se prefiera, que sufrió el embate de los aventureros europeos a finales de su Edad Media. Personalmente prefiero no alimentar el mito de la conquista que duró cien años: no fueron cien años de guerra continua y la llegada de los castellanos dividió a las sociedades indígenas, tanto territorial como socialmente. Los “reinos” indígenas también han sido puestos en duda ¿vivieron los guanches siempre en menceyatos? Muchas leyendas hablan de un tiempo primordial en el que los bandos eran uno ¿son solo leyendas? Puede que fuera precisamente el influjo de los conquistadores el que desestabilizó la sociedad indígena, pero no podemos centrarnos en ello. El caso es que este pueblo africano queda bajo la égida de Castilla, potencia conquistadora que para asegurarse de que los moros no volvieran decide seguir bajando y castigarlos en su propia casa. No en vano algunas fuentes hablan de los canarios como “sarracenos”, pero eso iba a cambiar muy pronto, cuando quedaran ligados al Nuevo Mundo, al cual emigrarán muchos de ellos, y es que la emigración será una válvula de escape en la historia de la Nación Canaria, que se verá periódicamente sacudida por terribles crisis, típicas del capitalismo naciente.
Políticamente tiene graves problemas desde un principio: los portugueses ansían las islas, y en otras como Fuerteventura o Lanzarote el número de esclavos moros hace que cualquier chispa pueda convertirse en una insurrección sangrienta. Las cabalgadas, ataques castellanos a la cercana costa del continente, traen a los canarios más desgracias en forma de incursiones de venganza. Tampoco hay ejército en el Archipiélago, que debe defenderse por medio de la milicia, súbditos que, mal armados y peor entrenados, tendrán en los siglos siguientes que enfrentarse a terribles ataques piráticos, fruto de la desastrosa política exterior de la Corona Española. Los conquistadores, nómadas como eran, solo buscan conquistar más tierras para venderlas, y pronto desaparecen de las islas, yéndose a las Indias Occidentales o volviendo a España para conquistar Granada. A ellos les siguen sus fieles y otros aventureros, que hacen que pronto las Islas se queden casi desiertas. En el sur de Tenerife los guanches que ayudaron a los conquistadores siguen como antes, con la excepción de que ahora son “cristianos” -entiéndanse bien las comillas en el contexto de una sociedad mestiza- mientras que otros tantos indígenas siguen alzados -se les llama, pues no sobra la originalidad, “alzados”- como en Gran Canaria, donde asistimos a la reaparición del Guanarteme Ichasagua, en la Gomera, donde los gomeritas se rebelan y asesinan a Peraza, etc. La sociedad canaria se completa con una riada de judíos, moros, gente con problemas con la justicia, y otros tantos elementos de la sociedad moderna europea y africana. Estos entran fácilmente porque es necesaria la mayor cantidad de población posible para defender el Archipiélago, bajo defensa del Capitán General y para rabia de la Santa Inquisición canaria, que apenas llega a quemar una docena de personas.
Desde un primer momento las élites gobernantes van a azuzar el insularismo para evitar que el pueblo canario se una contra sus dominadores. El llamado Pleito Insular tiene orígenes muy antiguos y se vuelve más intenso con las Reformas Borbónicas, que dejan a Gran Canaria con un palmo de narices ante la centralización de la colonia en Tenerife. Lo mismo ocurre, aunque esta faceta es menos conocida, con las llamadas islas menores, especialmente con La Palma, isla de realengo -y por lo tanto no isla menor o de señorío, aunque el devenir de los acontecimiento nos hace obviarlo a menudo- como Tenerife y Gran Canaria. El resto de las islas queda bajo la despótica autoridad del señor de la isla, no siendo pocos los casos de ceses, ejecuciones, rebeliones, etc. que han sido ya engullidas por las arenas de la historia. Con la llegada de la contemporaneidad vemos que Canarias sigue siendo esencialmente rural. El elemento más destacable es la tremenda ingerencia “extranjera” -tan extranjera como la española- de ingleses, franceses, holandeses y alemanes, por lo que Canarias será un polvorín durante la I Guerra Mundial. Aparecen el movimiento obrero, muy singular por la débil conciencia de clase de los obreros canarios decimonónicos, y el nacionalismo, de corte tremendamente popular. Acá lo dejamos porque acá empezamos.
Increíblemente corta historia del nacionalismo decimonónico
Persiste la mentira de que el nacionalismo canario siempre fue débil. Lo fue en la medida de que una nación que ya sabe que no es española no tiene por qué remarcar una obviedad. Todavía persisten en el vocabulario isleño, para horror de muchos pseudopatriotas, expresiones como “ayer llegué de España” o “se fue a España”, la conciencia, lleve aparejada una intención política o no, de que Canarias y España son dos cosas diferentes. Uno de los argumentos usados para remarcar la debilidad de este nacionalismo es su tardía aparición, con el desastre del 98, pero no es cierto: el primer partido independentista canario es tan antiguo como la primeras reivindicaciones soberanistas cubanas. Esto lo convierte, que yo sepa, en uno de los primeros del Estado Español, y si no se supo más de él y de otros tantos no puede sino atribuirse al celo españolista de cierta élite colonial canaria. A esta élite pertenecía el tristemente célebre por sus mentiras y su bestialidad Capitán General Valeriano Weyler, que persiguió con ahínco y hundió en la miseria al libertario Secundino Delgado, prócer de la patria, acusado injustamente de intentar atentar en Cuba, exiliado y nuevamente perseguido en Venezuela, enviado a Madrid, lejos de su país, donde contrajo una terrible enfermedad que terminó con su vida. Le dio tiempo sin embargo de denunciar el colonialismo que de nuevo se cernía sobre Canarias, atacar el caciquismo, las criminales quintas que enviaban a los hijos de Canarias a la guerra de los españoles o les obligaban a huir por siempre de la justicia en algún país latinoamericano, la situación penosa de los trabajadores isleños, etc. Desde el punto de vista de Secundino, que escribía desde Venezuela, Canarias era como Cuba, con la excepción de que esta no se encontraba en América, sino en África, y sus habitantes no eran españoles, sino canarios, esto es: una mezcla entre guanches y españoles, una raza completamente nueva. Y el término raza entiéndase con todas sus decimonónicas implicaciones. Cuando España entra en guerra con EEUU Secundino deja de lado su ataque visceral al colonialismo hispano que, al fin y al cabo, estaba sanguíneamente más cercano que el de los bárbaros sajones que luego esclavizarían Puerto Rico y Cuba.
Fugaz historia del nacionalismo del primer siglo XX
En 1924 un conocido de Secundino, José Cabrera Díaz, funda en el exilio cubano el Partido Nacionalista Canario, que debía sustituir el anterior Partido Popular Canario. Con la llegada de la República -República Española, vale la pena resaltarlo- la mayor politización de todo el Estado afecta también a Canarias, que no se había librado de su tradicional caciquismo y que, de hecho, era ejercido incluso por los republicanos. La Guerra Civil hace que algunos comunistas apuesten por la independencia de Canarias, caso del gomero Guillermo Ascanio, que será el último alto mando republicano en rendirse en Madrid, dado que, realmente, nunca se rindió, y pagó con su vida por ello. Su análisis del movimiento obrero canario sigue siendo imprescindible para entender esa etapa de la historia del archipiélago, entendiendo Ascanio que el problema no residía, realmente, en quién detentaba los medios de producción en Canarias, ya que estos estaban en manos de los campesinos, pequeños propietarios y clases populares, sino que la dominación de la clase alta se basaba en el control absoluto que esta ejercía sobre la distribución de la mercancía. Las casas inglesas, Yeoward, Fyffes, etc. controlaban estos canales, por lo que Guillermo Ascanio planteó la cración de un “trust” canario, un control popular de la distribución de las mercancías por medio de la creación de una flota canaria. Esta idea no surgió de la nada: desde hacía ya mucho tiempo el sueño de crear una flota canaria levitaba sobre las cabezas de las clases populares isleñas, por lo que no debe extrañarnos una respuesta tan singular a un problema tan original.
La muerte de Ascanio cierra una etapa: llega el hambre. La Falange se empeña en que Canarias es muy inglesa y poco española -ya Miguel Primo de Rivera, padre de José Antonio, se había horrorizado al ver que la burguesía de Santa Cruz prefería hablar en inglés- por lo que deciden españolizarla brutalmente. Cortan los puertos francos, que habían permitido esa curiosa relación de Canarias con el mundo que le rodeaba, condenando a la nación a depender enteramente de España, algo que no fue difícil dado el bloqueo tremendo al que la dictadura de Franco fue sometido. Es en este momento que la economía canaria se españoliza, pero incluso la élite franquista cae en la cuenta de que ha sido un grave error. El hambre cunde, los campos se roturan hasta las cumbres más altas, la inmigración es brutal y pestilente, descargando a menudo montones de cadáveres en vez de pasajeros. Solo había una nación más bananera que Canarias: Cuba. De eso va el siguiente capítulo, entramos a fondo en el nacionalismo canario.
Muy rápida historia de Canarias Libre y el MPAIAC
Cuba era la nación más aplastada y despojada del panorama internacional. España tenía relaciones diplomáticas con ese Imperio metafísico, relaciones que siempre cuidó y que en Canarias tenían una significación especial. Es por ello que la revolución cubana tuvo un efecto especial en Canarias, así como el hecho de que la URSS y Ucrania llamaran la atención en las Naciones Unidas sobre el hecho colonial canario. El asesinato de El Corredera, un fugitivo canario que había escapado durante dos décadas a las garras del franquismo, acabó por convencer a un grupo de jóvenes canarios de que era necesario hacer algo. Con la censura como handicap terrible se creó Canarias Libre en 1959, y duró lo que dura un bostezo. El equipo pintó con tiza -no existían los sprays en ese momento- las gradas del estadio de Las Palmas cuando un equipo español venía a jugar, sin embargo un error a la hora de comprar las tizas hizo que el tendero los denunciara y pasaran todos directamente al juzgado. Pero uno de ellos tenía la ventaja de no residir en Gran Canaria, Antonio Cubillo.
Cubillo se exilia a Argel, deslumbrado por su revolución, y en nombre del Movimiento Autonomista Canario -que nunca existió, según parece- es acogido por el gobierno revolucionario, que le entrega una radio para realizar desde allí su labor de propaganda revolucionaria: la Voz de Canarias Libre. Es la etapa del MPAIAC, fundado en 1964, el Movimiento Por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario. Este difiere en gran medida del nacionalismo secundinista, y mucho más del de Ascanio, pues solo podremos comprenderlo si lo situamos en la oleada descolonizadora africana. ¿Africana? Lo cierto es que también tuvo su faceta americana, confluyendo con el MIC, Movimiento para la Independencia de Canarias, pero también es cierto que cada facción tuvo su particular idea de la independencia: para el MIC pasaba por una independencia a la cubana, con su respectiva guerrilla, que fue entrenada en Venezuela pero que no llegó a tiempo de entrar en acción, en Argel el modelo era... la batalla de Argel, por supuesto, y en Canarias aparecerían escisiones como el PTC, que finalmente acabarían por minar el movimiento. Aún con todo, el MPAIAC sigue siendo el único movimiento nacionalista que recurrió a la lucha armada en Canarias.
Los atentados eran ejercidos especialmente en contra de comercios que beneficiaban a los españoles en detrimento de los canarios, como el Corte Inglés y Galerías Preciados, así como contra las verdaderas fuerzas de ocupación que durante la Transición tomaron Canarias. Una crisis social potentísima, azuzada por una modernización mal encarada, fueron los puntos de fricción principales con los que el MPAIAC se tuvo que enfrentar. Para este movimiento, por otra parte, y en contraposición a Ascanio, los canarios eran puramente guanches. Nada de mezcla entre españoles y guanches, el guanche era un ser viviente y, ahora, un revolucionario que avanzaba hacia la libertad con su fusil en mano. Tampoco era la organización un Partido Comunista, que de hecho nunca tuvo remilgos en descubrirles y que se comportó traicioneramente con los revolucionarios canarios, sino que abogaba por un socialismo en clave africana y por situarse tajantemente en contra del colonialismo europeo. El máximo éxito de la organización vino en claves diplomáticas, siendo invitada a las conferencias de la Organización para la Unidad Africana, lo cual suponía estar a un paso de la independencia. De ahí Cubillo pasó a ser un invitado de la ONU, en la cual se habría de debatir la descolonización de Canarias. Sin embargo las cloacas del Estado fueron bien rápidas, no solo porque España se adelantara al MPAIAC en muchas ocasiones pagando a los gobiernos de los recién creados Estados africanos para que se mostraran hostiles en el seno de la OUA, sino porque el terrorismo de Estado le propinó varias puñaladas a Antonio Cubillo. Sobrevivió, pero el movimiento cayó en picado.
Cubillo vuelve al Estado Español y se acoge a la amnistía. La lucha armada cesa. Él funda el CNC, el Congreso Nacional de Canarias, pero le seguirán una pléyade de partidos más, todos ellos con una muy baja representación. ¿Por qué? El pueblo canario sigue siendo uno de los peores instruidos del Estado, vive en un cambio permanente sin poder aferrarse a nada, con una identidad movediza que lo postra ante los pies del turista pudiente. La UPC, Unión del Pueblo Canario, en la cual militaban tanto comunistas como independentistas, había necesariamente de implosionar. Estos experimentos de la Transición dan paso a las Asambleas, no independentistas, es más, españolistas a muerte, que chupan del voto nacionalista y lo desvían a posiciones regionalistas y folclóricas. Estos partidos y coaliciones van purgando los elementos izquierditas e independentistas, dando origen al actualmente decadente monstruo de Coalición Canaria, cuya única razón de ser es que hayan canarios en Madrid, más para que se oiga allí nuestro acento que para defender cualquier interés africano.
Esta breve, brevísima historia del nacionalismo canario no contentará a nadie. Da lo mismo. Puede ser el primer contacto de alguien con el movimiento, y eso es lo que importa. Canarias es parte del mundo en el que se desenvuelve, pertenece a él y lucha contra los mismos demonios dominadores que explotan a las colonias que bajo la apariencia de Estados soberanos se perpetúan en África. Esta es, en definitiva, la historia de un pueblo que lucha, desconsoladamente, por su libertad.
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