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YEMEN: COMPLICIDAD DEL OCCIDENTE CAPITALISTA
Por CríticaPolítica
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La Guerra de Yemen se inició en 2015. Desde entonces, hay tres bandos enfrentados: la Coalición, liderada por Arabia Saudí y apoyada por EEUU, que respalda al depuesto presidente Hadi, las fuerzas rebeldes que querían democratizar y modernizar el país; y el Estado Islámico. Aquí no trataremos los pormenores del conflicto, sino la vergonzosa actuación de los países capitalistas y la ONU, casi tan lamentable como la que adoptó durante los lamentables acontecimientos de los 90 en África (Zaire, Ruanda, Angola, Liberia, etc).
Es bien sabido que la facción más violenta es la Coalición, y muy especialmente su país líder: Arabia Saudí. Oficialmente, los saudíes exigen el restablecimiento del expresidente Hadi porque consideran que es el legítimo gobernante de Yemen. Sin embargo, los intereses de la monarquía absoluta del Golfo Pérsico van más allá.
Un documento del gobierno estadounidense filtrado por Wikileaks menciona la intención de Arabia Saudí de construir un oleoducto que vaya de Hadramut hasta el puerto de Adén (en territorio yemení), proyecto que fue rechazado por Saleh, el entonces presidente de Yemen. Por lo tanto, y teniendo en cuenta tanto el apoyo estadounidense a Arabia Saudí como el modus operandi imperialista de las grandes potencias capitalistas desde la era colonial, no hay ninguna duda de que los al-Saud no persiguen un restablecimiento del presidente legítimo de Yemen (según la monarquía del Golfo, es Hadi), sino apoderarse de Adén. Los motivos son relevantes: actualmente Arabia Saudí transporta gran parte de su petróleo a través del Estrecho de Ormuz, zona altamente conflictiva por la presencia iraní y las tensiones entre ambos países.
Si Arabia controlara el puerto yemení de Adén, controlaría ese importante paso estratégico (con el Golfo de Adén y el Cuerno de África a cada lado) clave en las rutas comerciales hacia Europa (pasando por el Mar Rojo y el Canal de Suez) y hacia Oriente (pasando por el Océano Índico), además de eludir la amenaza iraní en Ormuz. Este juego de intereses geopolíticos y las intenciones reales de los saudíes han sido analizados por diversos periodistas independientes.
Vemos, pues, que los intereses saudíes en Yemen son puramente geopolíticos y, además, están alineados con los intereses de las superpotencias capitalistas: Arabia Saudí suministra petróleo a gran parte de ellas.  Pero vamos con el objeto central de este artículo: el papel del occidente capitalista en la Guerra de Yemen y su actitud hacia el principal azote del pueblo yemení, Arabia Saudí.
Todo se resume en una palabra: complicidad.  Y esta complicidad se manifiesta de 3 formas:
  1. La no condena de las acciones saudíes en Yemen.
  2. La venta de armas
  3. La permisividad de la ONU.

Que ningún país “democrático” haya condenado la dictadura de los Al Saud por sus crímenes en Yemen (o por sus flagrantes violaciones de los Derechos Humanos dentro de sus fronteras -además de sus vínculos con el terrorismo, según muestra este documento filtrado por Wikileaks-) es absolutamente vergonzoso. Parece ser que incluso se han desoído peticiones de investigación de esos crímenes, los cuales son, por otra parte, bien conocidos. En efecto, los ataques saudíes a Yemen van mucho más allá de objetivos estrictamente militares. El ejército saudí ha atentado en mercados y hospitales, bodas, escuelas, autobuses llenos de niños/as e incluso suministros de alimentos. Además, Arabia Saudí mantiene un salvaje bloqueo sobre Yemen, dificultando la llegada de alimentos y medicinas al país devastado. Por lo tanto, a las víctimas de bombardeos hay que sumar las víctimas de la hambruna y la enfermedad, muchas de las cuales son menores. Ante tal devastación y matanza, las potencias “democráticas” y capitalistas han optado por la no condena.

Pero ello no queda aquí. Las potencias capitalistas han hecho un suculento negocio a costa de la destrucción de Yemen y la masacre a su pueblo. Por ejemplo, España (vieja amiga de la dictadura saudí) intensificó su negocio armamentístico con Arabia “gracias” a la Guerra de Yemen. Además, el caso de España es especialmente escandaloso, puesto que mientras las autoridades españolas llevan años pidiendo una casi religiosa obediencia a la Ley, la venta de armas a Arabia Saudí, además de realizarse en contra de la ética y los Derechos Humanos, también se ha hecho violando el artículo 8 de la Ley 53/2007. Pero España no es la única. Muchos países se están aprovechando de la Guerra de Yemen.
No es extraño que la Guerra de Yemen esté sumida en un incómodo silencio en todo Occidente, puesto que se ha convertido en un negocio. Pero el precio real ni es en dólares ni euros, ni lo pagan las potencias capitalistas. El pueblo real lo paga el pueblo yemení.
¿Y la ONU? Qué hace la ONU? La actuación de la ONU ha estado siendo casi tan lamentable como durante el genocidio de Ruanda en 1994.
En el año 2016, el por aquel entonces Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, incluyó a Arabia Saudí en una lista negra de las Naciones Unidas de países que violan Derechos Humanos y de la Infancia. Poco después, Riad (y probablemente sus aliados occidentales, de alto peso en la ONU y en su Consejo de Seguridad) presionó para que la dictadura del Golfo fuese excluída de esa lista. Vergonzosamente, así fue. En 2017, ante la evidentísima barbarie saudí en Yemen, la ONU volvió a incluir a la monarquía absoluta del Golfo Pérsico en una lista negra, pero como país que procura paliar el sufrimiento de la guerra. Parece ser que la estrategia de Arabia Saudí de exigir publicidad favorable a las ONGs a cambio de dinero da su resultado. De hecho, las agencias humanitarias de la ONU, aún sabiendo cómo actúan los Al saud tanto dentro como fuera de sus fronteras, contribuyen a crear esa imagen del reino saudí como si fuese un reino humanitario. Así se expresó ACNUR, ya empezada la ofensiva saudí en Yemen, y también UNICEF, en plena Guerra de Yemen (2017) agradeciendo a la dictadura saudí su colaboración para ayudar a los niños y niñas yemeníes enfermas de cólera (pero poco después, el ejército saudí bombardeó un hospital de Médicos Sin Fronteras especializado en cólera). Así, Arabia Saudí limpia su imagen mediante la financiación de agencias humanitarias (ya que ése es su objetivo al dar dinero a ONGs) y mantiene una presión sobre la ONU (ACNUR y UNICEF son parte de la ONU) para que no se la sancione por sus crímenes.
La ONU, que debería poner paz entre los países y evitar tanto enfrentamientos armados como, sobre todo, guerras que afecten a población civil, lleva 5 años viendo cómo varios de sus países miembros (algunos, además, miembros de su Consejo de Seguridad) están bombardeando, masacrando, haciendo pasar hambre y enfermedades y aterrorizando a millones de personas, y cómo otros (también de sus miembros) se lucran mediante el comercio armamentístico aprovechándose de esa despiadada guerra.
Todo lleva a demostrar que, ahora como durante la segunda mitad del siglo XX), la ONU es un mero instrumento a manos de los países más influyentes que la forman (las grandes potencias capitalistas), y que no es más que una herramienta que el capitalismo imperialista utiliza para sus propios fines. Todo se vuelve aún más repugnante cuando la propia ONU, mediante su secretaría general, reconoce y condena los crímenes que sus propios miembros perpetran, pero aun así sigue sin hacer nada.
Porque, en realidad, no quiere hacer nada. La ONU no es una entidad aparte de los países que tutele sus relaciones para mantener la paz y promover el desarrollo y la cooperación, sino que es el “poli bueno” del tablero de la geopolítica mundial. Pero sus bondades nunca han ido ni irán más allá de condenas formales y declaraciones rimbombantes. En el tablero de ajedrez geopolítico, el águila imperial y sus aliados capitalistas seguirán destruyendo Yemen hasta que llegue el momento de repartirse el botín de yacimientos petroleros, minas, zonas estratégicas e industrias para privatizar. Como siempre.

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